¿Democracia en Peligro? Un Vistazo a Latinoamérica y Panamá
El nuevo informe del Latinobarómetro 2023 se llama la Recesión democrática en América Latina. No es común escuchar el término “recesión” fuera del contexto económico, entonces ¿qué significa una recesión democrática?
Según el Latinobarómetro esta recesión se expresa en:
- El bajo apoyo a la democracia que tienen los ciudadanos de la región,
- El aumento de la indiferencia al tipo de régimen que gobierne,
- Las preferencias y actitudes a favor del autoritarismo,
- La caída del desempeño de los gobiernos,
- El desplome de la imagen de los partidos políticos.
En menos de una década 21 presidentes han sido condenados por corrupción, 20 presidentes no terminaron su mandato, un significante número de presidentes forzaron su estadía en el poder rompiendo las reglas de reelección y un tercio de los presidentes elegidos desde que se inicia la transición han trasgredido las reglas de la democracia.
¿Qué piensan los latinoamericanos de la democracia?
Si observamos los resultados comparativos presentados en el informe del Latinobarómetro, existen importantes cambios en las tendencias en la región Latinoamericana, incluyendo Panamá.
Al preguntar si la democracia es preferible a cualquier otra forma de gobierno hay una disminución de 15 puntos porcentuales en el promedio de los países entrevistados, de un 63% de preferencia democrática en 2010 baja a 48% en el 2023, destacando en Panamá la cifra de 43%, por debajo del promedio de preferencia hacia la democracia.
Cuando se revisan los niveles de indiferencia a través del planteamiento “da lo mismo un régimen democrático que uno no democrático” se observa una tendencia persistente al aumento a partir del 2010, de 16% sube la indiferencia a un 28% en 2023.
Panamá se encuentra por encima del promedio, con un 33% de indiferencia, pero presenta una disminución de 6 puntos frente al 39% que arrojó el 2020.

América Latina ha mantenido desde hace décadas un grupo minoritario, pero estable, de ciudadanos que prefieren un régimen autoritario. Sin embargo, al preguntar si “en algunas circunstancias, un gobierno autoritario puede ser preferible a uno democrático” se observa un aumento significativo del 13% en 2020 al 17% en 2023.
Al examinar las diferencias entre 2020 y 2023 se aprecia un dato preocupante: quienes prefieren un gobierno autoritario aumentan en prácticamente todos los países, exceptuando el caso de Panamá que disminuyó un punto llegando al 13% este año. El apoyo al autoritarismo crece en mayor medida en México, Guatemala y República Dominicana.
¿Por qué se deja de creer en la democracia?
El bajo apoyo que tiene la democracia tiene varios factores que suman a la pérdida de la confianza de la ciudadanía en sus líderes y en el sistema, esto es producto de la caída del desempeño de los gobiernos; la crisis económica y en consecuencia el aumento de desigualdades; la deficiencia en producir bienes políticos como: la igualdad ante la ley, la justicia, la dignidad, la justa distribución de la riqueza y finalmente, el desplome de la imagen de los gobiernos, instituciones y partidos políticos.
La corrupción galopante en la región ha hecho mella en la confianza. El Índice de percepción de la corrupción, que mide Transparencia internacional, advierte en el informe 2022 que el nivel de corrupción se encuentra estancado a nivel global. La media del IPC global se mantiene sin cambios en 43/100 por undécimo año consecutivo y dos tercios de los países obtienen una puntuación inferior a 50. Siendo 100 puntos la máxima transparencia y 0 la menor transparencia.
A pesar de los compromisos existentes sobre el papel, 180 países no han registrado ningún avance significativo en la última década, y este año 27 países se encuentran en el nivel más bajo de toda su historia.

La corrupción exacerba tensiones latentes y contribuye al aumento de la desigualdad, porque beneficia a un pequeño grupo a expensas de la mayoría generando conflictos sociales. Además, incrementa la pérdida de la confianza de la sociedad en las instituciones y su capacidad para penalizar estas acciones.
En Panamá, el Índice de percepción de la corrupción marcó 36 sobre un total de 100. Panamá no llega a la media regional de 43/100. Este índice establece 100 puntos para la máxima transparencia y cero a la menor transparencia.
Si Panamá fuera un estudiante en la escuela, ese 36/100 equivale a 1.8. Y a nivel global dos tercios de los países tienen una calificación por debajo de 2.5, es decir muy pocos pasarían de año en materia de lucha contra la corrupción.
La corrupción no sólo afecta la confianza, sino que afecta directamente el PIB de los países. Se calcula que, desde hace más de una década, Panamá pierde anualmente el equivalente al 1% de su PIB por corrupción. Reporte Sombra ODS16, 2021.
Dictaduras 2.0: la nueva cara “democrática” del autoritarismo
El Latinobarómetro explica que la gran diferencia con la ola de recesión democrática de los años sesenta es que en la actualidad no hay militares, esta vez, la mayoría de los dictadores son civiles elegidos en comicios libres y competitivos, que luego se quedan en el poder cambiando las reglas, haciendo seudo elecciones para mantener la categoría de “democracia”. Ya no se usan armas ni el poder militar para asumir la presidencia. Son electo-dictaduras civiles.
Estos regímenes transgreden principios básicos de la democracia y finalmente, desembocan en una autocracia, populismo, autoritarismo o una dictadura.
Martin Luther King decía “no me estremece la maldad de los malos, sino la indiferencia de los buenos.” Esta frase muestra su vigencia cuando se observa la tardanza de la región en condenar los autoritarismos y los populismos, y como sociedades cómplices hacen la vista gorda de abusos a derechos humanos y al Estado de Derecho.
El informe hace énfasis también en los personalismos como un factor recurrente de transgresión a las normas democráticas. Por ejemplo, cuando un presidente de la república modifica las reglas de reelección a fin de acceder a un nuevo período presidencial, más allá de lo establecido es el ejemplo más evidente de doblegar las reglas de la Constitución para permanecer en el poder.
Algunos ejemplos son los casos de Rafael Correa (Ecuador) en su tercer mandato y Evo Morales (Bolivia) en su por lograr un cuarto mandato, que finalmente no tuvo lugar. El segundo mandato consecutivo que intenta Bukele en El Salvador. También hay intentos de permanecer en el poder no para sí mismos, pero sí para su partido, como es el caso de Andrés Manuel López Obrador (México), que procura cambiar las reglas para favorecer su partido. Finalmente, están presente los regímenes autoritarios de Venezuela y Nicaragua que han recibido sanciones internacionales.
Sin confianza no hay sociedades prósperas, tampoco hay democracias reales
La corrupción alimenta la desconfianza, el Edelman Trust Barometer ha venido demostrando que la desconfianza es la emoción normalizada en la actualidad en el mundo. Casi 6 de cada 10 personas afirman desconfiar de algo hasta ver pruebas de que es fiable. El 2023 demuestra, además, cómo la desigualdad basada en los ingresos está creando dos realidades de confianza, donde a menor ingreso hay mayor desconfianza (49 Global) y a mayor ingreso se obtuvo un índice global de 64. En una región de grandes desigualdades como Latinoamérica esto impacta de manera evidente.
Pareciera que este ciclo de desconfianza es alimentado por gobiernos y medios de comunicación. Al menos, esa es la percepción de uno de cada dos encuestados que ven al gobierno y a los medios como fuerzas divisorias en la sociedad (46% y 42% respectivamente).

Esto ha dado como resultado que se tengan cada vez menos ciudadanos con vocación demócrata. Preocupa aún más que son las generaciones de relevo las que se muestran más indiferentes a la democracia y en favor del autoritarismo. Esto es el resultado de crecer en democracias imperfectas, rodeados de escándalos de corrupción y narrativas polarizadas.

El 42.3% de la población en Panamá es menor de 25 años. El futuro del país nunca ha dependido tanto de una sola generación, esto tiene profundas implicaciones para los gobiernos, las economías, las comunidades y el medio ambiente. Urge la generación de ciudadanos demócratas en la región.
El momentum para Panamá
Panamá está en la ruta a las elecciones generales en 2024, en donde se elegirán presidente, alcaldes, diputados, representante de corregimiento y concejales.
La región se encuentra insatisfecha con la democracia, y Panamá muestra 14% puntos de insatisfacción con la democracia por encima de la media. La credibilidad en los partidos políticos es alarmantemente baja. Setenta y siente por ciento (77%) de los ciudadanos consideran que los partidos políticos no funcionan bien y en Panamá esta percepción sube a un 87%.
El deseo de los ciudadanos por ver resultados exitosos de los gobiernos es tan alto, que más de la mitad de la población votante (54% en la región y 53% en Panamá) “no le importaría que un gobierno no democrático llegara al poder si resuelve los problemas”.

Estos resultados deben verse como señales de alarma y llamados de atención que demuestran que más allá del éxito o no en las elecciones, se está poniendo en juego el futuro democrático de los países, incluyendo Panamá.
¿Cuál es el rol del sector privado?
El sector privado desempeña un papel fundamental en la promoción de una mejor gobernanza y el fortalecimiento de los sistemas democráticos. Entonces, ¿por qué a menudo se le pasa por alto?
Aunque es fundamental reconocer las distintas fuerzas impulsoras y motivaciones que caracterizan a los sectores público y privado, ninguno de ellos puede considerarse como una estructura invariable. Con frecuencia, comparten objetivos en sintonía, como el fortalecimiento de la transparencia para generar confianza en la sociedad y el desarrollo de una sociedad próspera.
Históricamente, en nuestra región, el sector empresarial ha tenido una participación poco activa en los asuntos políticos. Y para abordar la realidad incómoda, es importante destacar que la corrupción gubernamental rara vez ocurre sin la implicación de la empresa privada. Incidentes previos negativos, como los casos de Odebrecht, FCC y New Business, por mencionar solo algunos, han impactado profundamente en la confianza y han alejado al sector privado de participar más activamente en los asuntos públicos. En lugar de involucrarse, a menudo se limita a enfrentar cuestionamientos sin presentar propuestas concretas.
Existe la oportunidad de transformar esta situación y ver al sector empresarial desempeñar un papel más comprometido y constructivo en la esfera pública.
El sector empresarial tiene una gran oportunidad para reconocer, asumir y ejercer el rol clave en poner fin al ciclo de la desconfianza. Las empresas son hoy en día la institución más confiable a nivel mundial según el Barómetro de Confianza de Edelman. El estudio sigue mostrando un aumento en la percepción de confianza hacia las empresas, incluso por encima del tercer sector (ONG).
En la actualidad, las expectativas de los diversos grupos de interés respecto a las empresas y sus líderes, los CEO, están orientadas hacia su participación activa y propositiva en los desafíos y problemáticas de la sociedad. Este cambio refleja una creciente necesidad de involucramiento comprometido por parte del sector empresarial en la resolución de cuestiones sociales.
Es imperativo establecer espacios de diálogo integrales entre el sector privado y los gobiernos. Estos espacios deben ser de confianza, permitiendo la implementación de acciones a corto, mediano y largo plazo que respondan a las demandas de la sociedad y consideren a diversos actores y estrategias para garantizar la sostenibilidad.
Construir una relación sólida entre ambos sectores puede dar lugar a objetivos mutuamente beneficiosos. El sector público debe reconocer cada vez más la importancia de aprovechar las innovaciones, la experiencia y el capital que el sector privado puede aportar. Este valor se hace más evidente con el incremento de iniciativas de responsabilidad social corporativa, en aspectos ambientales, sociales y de gobernanza (ESG), y otras acciones en pro del bien común que el sector privado está promoviendo.
El sector privado puede desempeñar un papel clave en la mejora de la gobernanza, impulsando la eficiencia, la transparencia y la simplificación de los procesos gubernamentales. Además, tiene el potencial a la certificación de comercio justo, en la promoción de los derechos humanos y la cultura de ética de los negocios en toda la cadena de valor, entre otras líneas que ayuden al cierre de brechas e impulsen el desarrollo.
Finalmente, la generación de ciudadanos demócratas comienza por abrir espacios para la conversación y el debate constructivo dentro de las empresas y sus equipos sobre el futuro del país y la contribución social de la empresa más allá de lo filantrópico. La única manera de tener una visión compartida entre los diferentes sectores parte de esos espacios de cocreación y diálogo, siendo los líderes empresariales piezas clave en su promoción.
«No existen empresas exitosas en sociedades fracasadas».
Defender la democracia es corresponsabilidad de todos
Defender la democracia y fomentar el espacio público es posible desde cada uno de los sectores que conforman nuestro país, demos una mirada a las oportunidades de acción de los ciudadanos, los líderes y partidos políticos y el Estado.
Por ejemplo, como individuos podemos lograrlo a través de la participación ciudadana. Los ciudadanos pueden influir en la formulación y toma de decisiones del Gobierno en los diferentes niveles: nacional, regional o local contribuyendo así, a mejorar la gestión pública, la calidad de vida de ellos y del entorno. (¿Cómo puedes participar?)
Esta oportunidad cobra mayor relevancia debido a la proximidad de las elecciones nacionales. Transformar nuestra posición de simples espectadores a actores comprometidos comienza mediante la participación activa en este proceso y llevando a cabo todas las acciones necesarias para ejercer el voto de manera consciente e informada.
Por otra parte, los líderes y partidos políticos deben entender que las personas están esperando cambios de fondo. Eso requiere establecer una comunicación honesta, propuestas de planes de gobierno que realmente aborden los temas relevantes y de impacto (como la corrupción), una narrativa que promueva la democracia y debates abiertos, inclusivos y propositivos.
En cuanto al Estado, Transparencia Internacional hace unas recomendaciones específicas para fortalecer el Estado de derecho y combatir la corrupción:
- Reforzar los controles y equilibrios para promover la separación de poderes
- Implementar planes y compromisos para luchar con la corrupción estructural en el país y la corrupción transnacional
- Fortalecer las estructuras de transparencia y rendición de cuentas
- Compartir la información pública y defender el derecho a acceder a ella
- Limitar la influencia privada regulando los grupos de presión y fomentando el acceso abierto a la toma de decisiones
Todos los sectores, los partidos políticos, gobiernos, medios de comunicación, sector privado y ciudadanos tienen un rol urgente y necesario para darle un vuelco a la narrativa pugnante, al discurso divisor y buscar un objetivo común: la defensa y mejora del sistema democrático en nuestros países.